La discapacidad intelectual (DI) ha sido objeto de estigma, condescendencia e incluso burla en nuestras sociedades. En gran parte esto se debe a la falta de conocimiento que muchos tenemos de la misma, además de nuestros sesgos inconscientes. Precisamente por esta razón es que es tan importante conocer más sobre ella, para asegurarnos que las personas con DI puedan contar con las oportunidades necesarias para llegar a ser personas plenas, que puedan cumplir sus sueños y anhelos.
¿Qué es la DI?
Partimos de que la DI no es una enfermedad, sino un trastorno del desarrollo intelectual de la persona, que afecta diferentes áreas tales como el razonamiento, la capacidad de resolución de problemas, la habilidad de planificación, el pensamiento abstracto y el aprendizaje. Además, existen diferentes grados, pues no afecta a todas las áreas, ni a todas las personas, por igual. Dicho de otra manera, las personas con DI simplemente aprenden a un ritmo y de una manera diferente, pero en la gran mayoría de los casos, y con el apoyo adecuado, pueden desarrollar las competencias que les pueden permitir ser personas productivas, independientes y con vidas plenas.
La DI más común es el Síndrome de Down, que se presenta cuando una persona tiene tres copias del cromosoma 21, por lo que se le conoce también como trisomía 21. Ocurre en todas las etnias, en todos los países del mundo, con una incidencia de una por cada 600 a 700 concepciones, sin que exista una causa aparente sobre la que se pueda actuar para evitarlo.
Discriminación negativa… y ¿positiva?
El problema es que casi siempre las personas con DI sufren de discriminación. Ésta puede ser negativa, cuando se presentan las burlas o malos tratos, o definirse como “positiva” cuando se les trata con ternura, pero de manera condescendiente como si fueran personas inútiles que no pueden valerse por sí mismas. Al final de cuentas, ya sea de manera negativa o positiva, se les discrimina al no tratarlos como una persona más, sin reconocer que pueden desenvolverse de manera independiente y que tienen sus propios intereses, metas y sueños.
Llamar las cosas por su nombre
Un gran error de muchos de nosotros es confundir la DI con falta de inteligencia, y sin darnos cuenta hasta lo evidenciamos en nuestro lenguaje diario (¿sesgo inconsciente?). Un ejemplo es cuando vemos a una persona sin discapacidad estacionarse en un puesto reservado para personas con discapacidad. A muchos nos ofende ver esta actitud, sin faltar quien hace la broma “quizá lo que esa persona tiene es DI”. Pero si lo pensamos bien, este comentario ofende a las personas con DI, no al infractor. El infractor sufre de discapacidad moral (si es que esto existe) al ser irrespetuoso de los derechos de los demás. Francamente insisto en que hay que llamar a las cosas y a las personas por su nombre, y según la definición de la Real Academia Española, este infractor es a todas luces simplemente un “imbécil” (les pedimos buscar la definición en la RAE).
Las personas con DI pueden ser estrellas en lo que se propongan
Una personas con DI con el apoyo adecuado, a quien se le motive a desarrollar sus competencias, tiene toda las posibilidades de llevar una vida plena, productiva y feliz. Este apoyo debe venir inicialmente de la familia, pero es importante que la sociedad también sea comprensiva e inclusiva. La familia debe tratarlo como un miembro más, sin sobreprotegerlo o tratarlo como inútil, y asegurarse que tenga acceso a una educación inclusiva para que aprenda a ser independiente y desarrolle sus talentos. Por otra parte, la sociedad debe ser más inclusiva, debemos educarnos más sobre el tema para poder verlo y tratarlo como algo normal. La mayoría de personas con DI no buscan ser tratados como “especiales”, sino como un miembro más de la sociedad, con los mismos deberes y derechos.
Este desarrollo no es un ideal, sino una realidad cuando se ha brindado el apoyo adecuado. Podemos ver muchos casos de personas con DI que han destacado y que brillan en campos tan variados como la moda, negocios, arte, actuación, deportes, entre muchos otros. Un ejemplo es Isabella Springmühl, la primera diseñadora guatemalteca de ropa para personas con discapacidad, que a sus 20 años siguió su sueño de crear una línea de ropa inclusiva, a pesar que fuera rechazado su ingreso a la universidad debido a su condición. A la fecha, sus diseños han desfilado por las pasarelas más importantes del mundo. Además, podemos mencionar a Pablo Pineda, un español que fue el primer europeo con Síndrome de Down en obtener un título universitario y que actualmente es maestro, conferencista, presentador, escritor y actor. (¡Bien hecho Isabella & Pablo!)
Las personas con DI son mucho más capaces de lo que parecen (o de lo que creemos), y si les permitimos incorporarse a las organizaciones, no solo les estaremos brindando la oportunidad de ser plenos, sino que también contaremos con un talento extraordinario, que nos dejará sorprendidos de lo mucho que pueden aportar.
Al final de día recordemos una realidad en nuestro mundo, todos somos iguales, esencialmente porque somos diferentes.
**Nota de foto principal: el 21 de marzo de cada año se celebra el Día Mundial de la Persona con Síndrome de Down. Una forma de mostrar nuestro apoyo a la inclusión es utilizar calcetines disparejos, ayudando así a transmitir el mensaje que todos somos diferentes, pero iguales.