A lo largo de nuestra historia muchas minorías han sido víctimas de prejuicios, de discriminación e incluso de crueles ataques. Estos grupos han sido sumamente diversos, y algunos aún siguen invisibilizados en su estigma social. Otros han logrado crear y construir una identidad alrededor de una sensación orgullo que les ha permitido dar un mensaje contundente, “no estamos solos y somos un miembro más de la sociedad”.
Pertenecer a la comunidad LGBTIQ+ por mucho tiempo fue una sentencia de aislamiento, burla e incluso muerte alrededor del mundo. Un ejemplo de esta injusticia fue Alan Turing, quien durante la Segunda Guerra Mundial logró descifrar para los Aliados el Código Enigma de la Alemania Nazi (que hasta ese momento se consideraba como indescifrable), permitiendo así salvar cientos de miles de vidas. Un par de años después, el gobierno inglés lo “condecoró” con una sentencia de castración química al descubrirse que era gay. Alan al poco tiempo decidió suicidarse mordiendo una manzana envenenada con cianuro, pues entró en una profunda depresión. Si así se trataban a los héroes de guerra, ¿cómo se trataría a los demás?
Años después, varios activistas alrededor del mundo se cansaron de estas injusticias y luego de los Disturbios de Stonewall en Nueva York en junio de 1969, se inició una lucha para crear una sensación de identidad y de orgullo dentro de la comunidad LGBTIQ+. Este orgullo no debe jamás interpretarse como uno de arrogancia, sino como uno que permite simplemente afirmar “soy normal, soy un ser humano más, soy tu hijo, soy tu hermano, soy tu amigo”.
Pero para crear esta nueva cultura de orgullo se requeriría de reclamar y crear nuevos símbolos…
Entre 1933 y 1945 alrededor de 100,000 personas fueron arrestados en la Alemania Nazi por cargos de homosexualidad, estimándose que entre 5,000 y 15,000 fueron enviados a campos de concentración**. En las primeras purgas, ni siquiera los más altos rangos Nazis que fueran gay se salvaron, como fue el caso de Ernst Röhm, quien en algún momento incluso fuera jefe del mismo Heinrich Himmler, el principal arquitecto de la “Solución Final” para exterminar a judíos, gitanos, homosexuales y otros indeseables al régimen.
Quienes fueron enviados a los campos, fueron obligados a llevar un triángulo rosa invertido, para poder identificarlos fácilmente como “desviados y antisociales”. Estos prisioneros eran vistos como los más bajos de la escala, incluso al grado de sufrían abusos no solo de parte de los guardias, sino que también de los otros prisioneros. El grado de crueldad y deshumanización era peor para quien portase este triangulo: se les asignaban los peores trabajos, se usaban como blancos para prácticas de tiro e incluso se les sometía a experimentos médicos para encontrar una cura para la homosexualidad. No fue hasta 1945 cuando la pesadilla terminaría para quienes habían logrado sobrevivir y los prisioneros de los campos fueron liberados, pero para quienes portaran el triángulo rosa ésta simplemente continuaría, siendo inmediatamente arrestados por los Aliados bajo cargos de homosexualidad y enviados de nuevo a prisión.
Por años el triángulo rosa invertido fue un símbolo de humillación para una minoría que debía esconderse y cuyo sufrimiento nunca fue reconocido por la sociedad. Pero a inicios de los años 70 este triángulo fue reclamado como un símbolo de orgullo y visibilidad por grupos de derechos humanos de la Alemania Occidental que luchaban contra la homofobia. No obstante, se hizo una modificación, el triángulo ahora estaba sobre su base, no invertido, para diferenciar así el cambio radical en su significado. Desde entonces se ha adoptado como un símbolo de identidad y de orgullo de la población LGBTIQ+ a lo largo del mundo, que sirve para recordar la fobia y represión que puede sufrir cualquier minoría alrededor del mundo. Incluso ahora se puede ver en los monumentos que conmemoran a la población LGBTIQ+ alrededor del mundo, como por ejemplo en Berlín, Ámsterdam, Sídney y muchas otras ciudades.
Desde finales del siglo XIX, en Inglaterra, y luego los Estados Unidos, se empezó a utilizar la palabra queer (que en español literalmente significa raro o extraño) como un término para referirse de manera despectiva hacia cualquier hombre que fuera considerado afeminado o gay. Dejemos a un lado por un momento el hecho que ser homosexual era penado por la ley, como lo vimos con Oscar Wilde y quien, a pesar de su fama como escritor, fuera condenado a trabajos forzados por las cartas de amor que escribió, y consideremos solo el daño psicológico y el dolor que esta palabra causó durante tanto tiempo. Así como esta palabra, han existido, y aún existen, muchas otras que han servido para herir y humillar a tantas personas.
Para finales de la Segunda Guerra Mundial, aún era delito ser homosexual en gran parte del mundo, por lo que poder reconocerse sin exponerse fue una necesidad en la población LGBTIQ+. Ahí es donde inicia el cambio de significado de la palabra queer. En los Estados Unidos, los hombres de la comunidad LGBTIQ+ idearon una manera sencilla para poder saber si alguien más pertenecía a su comunidad, simplemente preguntaban “¿eres amigo de Dorothy?”. Si la respuesta era asentir, todo quedaba claro desde ese momento.
Dorothy no era nadie más que el personaje principal de la novela “El Mago de Oz”. En una de las secuelas de la serie escrita en 1909, “El Camino a Oz”, el hada Polychrome (quien de manera fortuita resulta ser hija del Arcoíris) le dice a Dorothy, “tienes amigos extraños (queer)”, y ella simplemente le contesta, “lo extraño (queerness) no importa, lo que importa es que sean amigos”. ¡Qué ejemplo de inclusión nos daba Frank Baum al escribir estas novelas! Por si fuera poco, en la película de 1939, también Dorothy hace alusión sobre sus extraños amigos y de su valiosa amistad. No es de sorprenderse que Judy Garland, quien interpreta a Dorothy, se convirtiera en un ícono para la comunidad LGBTIQ+.
Ya para los años 80 la palabra queer se había reclamado completamente como una palabra positiva, implicando orgullo para quien la utiliza. Ahora es utilizada como un término sombrilla, que incluye a toda la diversidad sexual que compone a la población LGBTIQ+ (en español) o LGBTQI+ (en inglés).
También existen símbolos que desde sus inicios son creados para fomentar una sensación de orgullo y pertenencia. El más conocido de todos estos en la comunidad LGBTIQ+ es, por supuesto, la bandera arcoíris que se puede ver en casi todas partes del mundo. Esta bandera fue comisionada originalmente por Harvey Milk a su amigo Gilbert Baker para ser utilizada durante la Marcha del Orgullo en 1978 en San Francisco.
Antes de esta marcha, se utilizaba el triángulo rosa como símbolo, pero Baker tenía sentimientos encontrados debido al pasado doloroso que éste representaba. Él llevaba dos años pensando en un tema para una bandera, y el primer diseño que se utilizó en 1978 tenía 8 colores, cada uno con un significado diferente, tales como vida, luz solar, serenidad y naturaleza. De más está decir, que desde su incepción, la bandera fue adoptada casi de inmediato por una comunidad que luchaba por su aceptación y libertad de ser.
Desgraciadamente ese mismo año fue asesinado Harvey Milk, pero la comunidad LGBTIQ+ en San Francisco quiso continuar con su legado y la demanda de las banderas multicolor se incrementó. La sorpresa fue cuando la demanda fue tanta que quienes fabricaban las banderas se encontraron con que había escasez de material color rosa para poder elaborarlas, por lo que este color fue eliminado. En 1979 se eliminó el color turquesa, también por temas de practicidad, quedando así la bandera que actualmente conocemos de 6 colores: rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta.
Se ha especulado que Baker se inspiró en la canción de “Somewhere over the rainbow” de la película “El Mago de Oz” de 1939, que nos insta a tener fe en un futuro mejor. Esta última parte es quizá sea un romanticismo de la realidad, pero lo que sí podemos afirmar es que la bandera arcoíris se ha convertido en un símbolo de esperanza, de aceptación, e incluso, de lucha por derechos civiles alrededor del mundo.
Cuando una minoría, cualquiera que sea, ha sido discriminada, marginalizada e incluso perseguida durante tanto tiempo, es una gran tragedia, lo queramos ver o no. En palabras de Martin Luther King Jr., “tolerar una injusticia en cualquiera de sus formas, es una amenaza contra la justicia en todos lados”.
Crear una sensación de orgullo no es fácil, en particular cuando la sociedad nos dice que no es lo “normal”, lo aceptable o lo correcto. Pero hay que recordar que todos somos seres humanos, todos somos normales y todos anhelamos llevar vidas plenas y felices con quienes amamos. Se requiere de mucho valor enfrentar los prejuicios de toda una sociedad, pero al final no se debe tratar de un tema de Orgullo LGBTIQ+, sino uno de Orgullo de Ser Humano.
* Nota: para quienes conocen la novela “Orgullo & prejuicio”, se decidió invertir el nombre para este artículo, pues en casos de minorías, primero se presenta el prejuicio y luego, después de mucho trabajo, el orgullo.
** Fuente: United States Holocaust Memorial Museum