“La juventud es el momento de estudiar la sabiduría; la vejez, el de practicarla.”

Jean-Jaques Rousseau

La edad es el único camino que tenemos los seres humanos para ir acumulando experiencias, conocimientos y sabiduría, aunque tener más edad no siempre es garantía de esto. En la vida se debe de cometer tanto errores como aciertos para aprender de ellos. No por casualidad en la Antigua Grecia y en varios de nuestros pueblos nativos los viejos eran los sabios que servían de guía y líderes respetados. Cada arruga y cada cicatriz eran sinónimo de una enseñanza duramente aprendida.

Al parecer en la actualidad hemos olvidado que la sabiduría únicamente viene con el tiempo. Estamos dispuestos a reemplazar la sabiduría y la experiencia de un viejo por la teoría y los conocimientos de un joven. Sin embargo un libro de texto jamás podrá sustituir lo aprendido en el trabajo a través de errores y aciertos. Basta con revisar la sección de empleos para ver que las organizaciones ponen límites de edad cada vez más restrictivos (y en algunos casos absurdos). Una persona que ha cumplido los 40 años tiene claro una cosa con respecto a sus prospectos profesionales en nuestros países: está “sobre calificado” para cualquier empleo. En algunas organizaciones incluso hasta hay políticas con respecto a límite de edad de sus colaboradores, como si automáticamente al cumplir 65 años una persona dejara de ser productiva y valiosa de un día para otro.

Algo no está bien con las sociedades que relega a sus viejos y les niega oportunidades de empleo. Las razones para justificarlo tienden a ser variadas, desde que están desactualizados, que carecen de flexibilidad & de vigor, que sus costumbres son anticuadas, hasta que son demasiado caros y que por uno ellos se pueden contratar a dos o tres jóvenes.

Pero lo contrario también se puede argumentar, un adulto mayor es mucho más responsable que un joven, cuenta con más experiencia y capacidad analítica, y por si fuera poco, ya cometió muchos errores que no volverá a cometer. Todo esto le ahorrará tiempo y recursos a la organización, volviéndola más competitiva y eficiente. Es más, en un mundo globalizado e hiper-competitivo como el nuestro, no hay un activo tan valioso como la experiencia acumulada de las organizaciones y de los miembros que las componen.

En Japón, los adultos mayores son considerados Tesoros Vivientes, precisamente por todo lo aprendido, sus conocimientos y la sabiduría acumulada. Ellos pueden evitar que comentamos los errores del pasado y motivarnos a ver al futuro. No puedo dejar de preguntarme con cierta ironía, “Si solo Japón fuera un país moderno que pudiera servir de modelo de desarrollo para el resto del mundo, quizá los demás siguiéramos su ejemplo.”

Preguntémonos si esta es la realidad que queremos seguir fomentando en nuestras organizaciones y en nuestra sociedad, pues como decía mi abuela, “todos vamos para viejos”.

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